Qué alegría saber de ti. Tu carta llega como un mensaje en una botella.

Hoy el día ha sido extraño. Lleno de luces y sombras. Igual que el camino.

Es curioso cómo las cosas pueden cambiar en unos instantes. Cómo nos podemos perder.

Pero con tu carta llegó la luz.

Parece que tu versión de mayor éxito trae grandes sorpresas, aunque, en cierto modo, era de esperar.

Una de las cuestiones más interesantes que planteas es ver cómo, simplemente, un cambio de perspectiva hace que nos demos cuenta de las grandes capacidades que tenemos, del valor que aportamos al mundo.

Es nuestra autoestima la que se ve equilibrada en el proceso. Sí… Es difícil estimarse por lo que uno no sabe que es, o por lo que piensa que no es, pero cuando te ves a ti mismo, a ti misma, cuando te miras con los ojos de tu yo más consciente, tus cualidades brillan como en un crisol.

Y son esas cualidades, las que traemos por el simple hecho de ser quienes somos, las que se descubren como los ejes sobre los que actuar, como los pilares donde apoyarnos y salir a la luz como quienes realmente somos, con confianza en nosotros mismos.

Son las herramientas en poner nuestra alma, nuestra pasión, y disfrutar nuestra vida.

Y, como tan sabiamente has concluido, es la manera de vernos como realmente somos, pues venimos a esta tierra con todo lo necesario para aprovechar esa vida.

Ya lo dijo Montaigne… ni los niños, ni los no tan niños, somos botellas que llenar, sino fuegos que encender.

Querido amigo, encendamos nuestro propio fuego. Que él transmute lo antiguo, lo pesado, y que los ríos, el mar, limpien con sus aguas las cenizas y sanen las heridas. El viento nos dará aliento nuevo y los bosques el hogar para crecer.

Sólo has de mantener esa visión de ti mismo. Sólo ser tu mayor apoyo. Si has de apoyar a alguien, empieza por ti, empieza por verte como realmente eres: grande y único.

Si has de creer, cree en ti.