Querido amigo, hoy he dormido tantas horas que apenas recuerdo el día.
Hay momentos para descansar y recogerse en el interior.
Las cosas fuera parecen no variar, y vuelvo a recordar el mar. Sin embargo, están avanzando.
Veo cómo la gente avanza. Personas conocidas, de las que voy siguiendo la pista.
Personas en las que, en mi vida pasada, creí y dejé de creer sin darme cuenta. No fue una decisión consciente.
Pero desde que volví las veo. Ahora sí puedo percibir de nuevo dónde están y todo lo que ha cambiado de mi visión de ellas.
Grandes seres aprendiendo a vivir, a creer, descubriéndose.
Todo es cuestión de una decisión, y yo ya tomé la mía. Ahí empecé a ver.
Esa es mi vida, creer en los demás. Sólo así puedes verlos como son.
Cada defecto que ves en ellos, no es sino el reflejo de algo en ti. Cada uno ha de descubrir qué es.
La grandeza que siento hoy viene de antiguo, aún más que la tristeza. Esa fue una compañera que elegí para descubrirla.
Siento lo grande que eres, lo que hay en tu corazón.
La mirada, cada vez está más limpia. Quizá, por eso, cada vez hay más calma.
Una calma a la que mi pensamiento no está acostumbrado, y se pregunta ¿qué hago aquí, sin hacer nada?
Y, sin embargo, ella está siempre que necesito una respuesta, y me dice que todo está bien.
En su presencia no hay tempestad. Todo es paz y luz.
Querido amigo, la misión está a las puertas. Lo sé. Ya comenzó. Las puertas quedan atrás.
Aquí la luz y la oscuridad son una misma cosa.
Ya he estado más veces aquí. Lo conozco. No lo recuerdo bien, pero lo conozco. Eso lo sé.
Esta versión de mí sabe qué hacer, aunque yo no vea la dirección ahora mismo.
Pero los veo a ellos. Todo está en su sitio.