Querido amigo, quizá la llamada de los árboles tenía una doble misión. Y la segunda era inyectar un poco de esa calma y visión suya para poder aflorar nuevos recuerdos.
El mundo que vemos a nuestro alrededor va mostrándonos sucesos, circunstancias, para sacar lo que llevamos en el interior.
Aprender a mirar el mundo como lo que es, una gran oportunidad. Quizá esa sea la mayor aventura.
Una oportunidad de conocernos, de sacar a la luz lo que aún no hemos visto, o lo que vimos y aún no hemos atendido.
No siempre se producen torbellinos, a veces es sólo como un poco de oleaje, pero si observas, lo ves.
Hoy caminaba conmigo. Me mostró las distintas capas que tenemos, y para qué las tenemos. No deseamos estar siempre en alerta, aunque muchas veces es así, y por eso deseamos minimizarlo.
Ningún animal en la naturaleza permanece constantemente alerta, es un estado de estrés, útil, pero puntual. Y aprender a gestionar las circunstancias sin estrés, tan sólo en ocasiones puntuales, y distinguirlas, es la verdadera madurez.
Madurez emocional, no por tapar u obviar esas emociones, sino porque cada una ha sido gestionada y liberada en el momento que le correspondía.
El mundo es una oportunidad, de vernos a nosotros mismos.
Y, una vez que nos hemos visto, lo que estaba almacenado, elegir una nueva opción, una nueva imagen, una nueva visión de nosotros mismos.
No importa lo grandes o pequeñas, difíciles o fáciles que sean tus circunstancias. Si estás ahí, es porque puedes hacerlo, puedes encontrarte en ellas y liberarte. Puedes crecer y encontrar la paz.
2 comentarios
Escriba un comentario →